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Mistoria comienza cuando cursaba el último año del profesorado. Por ese entonces, yo tenía 21 años. Me encontraba haciendo las practicas en una escuela de mi pequeña ciudad. Sinceramente, no me entusiasmaba ir a esa escuela. Conocía a todos los niños y a todas las maestras, no era nada emocionante pero debía hacerlo para recibirme.

Habían transcurrido dos semanas y media desde que habíamos comenzado a ir a la escuela, aquí viene el comienzo: Era uno de los primeros días de junio, a pesar de la época del año ese día no hacia frío. Esa fue la primera y la única mañana que me dormí durante las prácticas. Me desperté y di un salto de la cama. Me vestí y desayune rápido y me pinte a medias, salí apuradísima y llegué a hora en la escuela. Pasó el izamiento de la bandera, el desayuno, entramos y yo empecé con mi clase. Todo transcurría como todos los días hasta las 8:40 hs, golpearon la puerta e inmediatamente abrió la puerta y entró diciendo “buenos días”, y… guauuu, esa sonrisa. Me enamoré a primera vista. Tenía la sonrisa más amplia que había visto en mi vida. Creo que podría haberle contado todos sus dientes tan blancos y luminosos, pero… ¿quién era?

Inmediatamente a su entrada los niños empezaron a gritar “música, música”, entonces supe que era el nuevo profesor de música. Él me miró y me saludo. Le di el lugar porque él tenía que dar clases y yo me retire del aula. Me quedé en el pasillo, pensando en esa sonrisa y esperando que llegara el recreo para volver a verlo y saber si era de verdad o solo había sido una fantasía, tal vez por el sueño que tenia. Cuando salió lo miré, me miro y sonrió y si, efectivamente era real.

Durante los siguientes recreos nos cruzamos varias veces y siempre me saludaba, más de los de normal. Al día siguiente fue igual, nos mirábamos en recreo disimuladamente aunque yo si veía que el también tenía onda conmigo. El tercer día ya no fue. La semana siguiente fueron iguales, miradas, risas y saludos. Así fue casi 3 semanas hasta que un día él se acercó a hablarme, conversamos y sí, yo le gustaba como él a mí.

Continuamos en contacto, pero solo en la escuela porque él no era de ese lugar, hasta que un día quedamos en vernos, nos pusimos de acuerdo en el lugar y la hora, y así comenzamos… Nos vimos a escondidas 8 meses porque los dos teníamos pareja. Él venia a donde yo vivía o yo iba para él, siempre nos poníamos de acuerdo para la siguiente cita porque en ese tiempo no era tan fácil comunicarnos. Él era tan romántico… tocaba el violín, siempre me cantaba canciones, cocinaba para mí cuando yo iba a su casa, era muy atento, realmente nos enamoramos.


Un día, cansados de la sombra decidimos formalizar, íbamos a dejar a nuestras parejas. Al día siguiente volví a mi casa decidida a romper con mi novio, pero justo mi novio había tenido problemas con su familia y no me atreví a decírselo, no quería darle otro disgusto, así que decidí dejar pasar unos días, pero a la mañana siguiente me desperté enferma, muy mal del estomago, vomitaba por las mañanas y todo me daba asco. Al cuarto día me hice una prueba y sí… estaba embarazada de mi novio.

Todo cambio en ese momento, ya no podía dejarlo, estábamos esperando un bebé. No sabía cómo decirle a mi profe de música que no podía volver a verlo y que no iba a terminar mi relación, entonces simplemente no fui a la siguiente cita, y perdimos contacto. Luego le avisé a mi novio del embarazo y se puso súper feliz, recuerdo que salió a la calle y empezó a gritar como loco que iba a ser papá, me divirtió mucho, y me pido matrimonio, obvio… yo acepté. Como yo no había ido a la última cita sentía temor de que me buscara por lo que le pedí a mi novio que nos fuéramos de viaje, y luego nos fuimos a vivir en la ciudad natal de él.

Desde aquella época pasaron ya más de 10 años, hoy tengo una hermosa y feliz familia, mi hijo mayor tiene 10 años, tengo gemelas de 8 años, y otro en camino; mi marido me ama mucho y yo lo quiero a él aunque nunca logre olvidar a aquel profe aunque todos los días lo intente.

Hace unos días tuve que viajar con mi marido, el tenía que hacer unos trámites y yo me fui a comprar ropa, mientras miraba una vidriera alguien me dijo “¿Cami?”. Reconocí esa voz al instante. Me di vuelta y ahí estaba él con su violín en mano, como siempre. Después de 10 años estaba un poco cambiado, más viejo y un tanto canoso aunque seguía siendo dueño de la sonrisa más cautivadora. Me miró la panza y me felicitó, yo no dije nada. Me preguntó si podíamos ir a tomar algo que nos debíamos una charla, yo acepte porque aunque mi marido andaba ahí yo quería conversar con él, saber que había sido de su vida.

Fuimos a un bar cercano, pedimos un licuado, apenas nos sentamos me pregunto “¿Qué paso? ¿Por qué nunca fuiste?” Entonces le conté todo, para mi sorpresa me dijo “¿Por qué no me lo dijiste? Yo te hubiera aceptado igual. Muchas veces fui a tu ciudad, preguntaba de ti pero me dijeron que te habías casado y mudado. Durante estos 10 años te pensé mucho y deseaba todos los días encontrarte”.

Mis lágrimas comenzaron a brotar, lo seguía amando, me dijo que estaba solo, que él si había dejado a su novia en aquel entonces y que, si bien había tenido otras novias durante los últimos 10 años, con ninguna había llegado lejos. Me propuso comenzar de nuevo… pero no sé qué hacer, aunque lo sigo amando mucho creo que no tengo derecho a hacerle esto a mis hijos y a mi marido que siempre puso todo de su parte para hacerme feliz y hasta que lo volví a ver a “él” lo había sido, no al máximo pero si lo suficiente.


Me gustaría que me dieran algún consejo.
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